
Los probióticos, una alimentación viva
Una alimentación sana es fundamental para fortalecer nuestro sistema inmunológico. Pero, además, y según distintos estudios, una alimentación basada en mucha fruta y verdura fresca y grasas buenas puede remediar depresiones y ayudar a producir emociones positivas.
Y en ello, los probióticos juegan un papel fundamental. Durante mucho tiempo se les ha subestimado pero hoy sabemos que la microbiota (o flora intestinal) es un factor determinante para la salud, tanto física como mental.
Cuando nuestro intestino está debilitado por una alimentación y estilo de vida inadecuada, los microorganismos dañinos se imponen sobre las bacterias buenas: nuestras defensas caen en picado y nos convertimos en presa fácil para enfermedades. Los desequilibrios de la microbiota aumenten el riesgo de enfermedades inmunitarias como alergias y enfermedades intestinales inflamatorias.
Los microorganismos que habitan nuestro tracto intestinal conforman nuestra microbiota. Una microbiota sana debería componerse en un 85% de bacterias buenas y un máximo de un 15% de bacterias patógenas. Esta proporción de microorganismos es fundamental para nuestras defensas ya que nuestro intestino determina aproximadamente el 80% de nuestro sistema inmunológico.
Los probióticos, una alimentación viva
Los probióticos son organismos vivos o bacterias ‘buenas’ que podemos encontrar de manera natural en muchos alimentos, así como en suplementos nutricionales, y ayudan a mantener el buen estado de nuestra microbiota intestinal. Obstaculizan el crecimiento de bacterias potencialmente patológicas y favorecen las bacterias beneficiosas previniendo problemas gastrointestinales. Mejoran la digestión, evitando irritabilidad, gases e inflamación.
La flora intestinal es como un órgano más de nuestro cuerpo y regula nuestro sistema inmunitario.
Cuando tomamos alimentos con probióticos naturales estamos introduciendo directamente esos microorganismos vivos muy beneficiosos para nuestra salud. Nos ayudan a tener digestiones más ligeras, mejoran nuestro sistema inmunológico, ayudan a la desintoxicación de toxinas del cuerpo.
Todos los alimentos y bebidas probióticas tienen algo en común: todos han pasado por un proceso de fermentación natural. Como consecuencia, han desarrollado microorganismos y bacterias que son saludables para el cuerpo humano.
Según la Organización Mundial de la Salud, «desempeñan un importante papel en las funciones inmunitarias, digestiva y respiratoria, y podrían tener un efecto significativo en el alivio de las enfermedades infecciosas en los niños y otros grupos de alto riesgo». Miles de científicos estudian sus efectos, que van desde algo tan simple como un buen tránsito intestinal a la prevención de enfermedades metabólicas o incluso neurodegenerativas, como la enfermedad de Parkinson.
Alimentos probióticos naturales
Yogurt
Es importante que contenga probióticos vivos, es decir, que sea natural y no haya sido pasteurizado (ya que las bacterias y microorganismos no sobreviven) e idealmente envasado en cristal. La leche de cabra y oveja son más ricas en probióticos que la de vaca.
Kombucha
La kombucha es una bebida probiótica elaborada a base de té verde o negro fermentado por una colonia de microorganismos llamada scoby. Cuenta la leyenda que ya los samuráis tomaban un té especial antes de sus batallas para que les diera energía. ¡Por eso la llaman el elixir de la vida!
Aceitunas, pepinillos y encurtidos
Contienen levaduras y bacterias vivas que nacen en el proceso de fermentación de estos vegetales.
El queso crudo
El queso elaborado con leche cruda (sin pasteurizar) es una fuente de probióticos vivos. El queso de cabra y de oveja tienen mayores beneficios probióticos que el de vaca.
Tempeh
Tiene su origen en indonesia y procede de la fermentación de la soja. Puede comerse crudo en ensaladas, salteado u horneado y es perfecto para dietas veganas como sustitutivo de la carne.
Chucrut
Es uno de los alimentos probióticos más conocidos, se elabora fermentando repollo o col blanca. Es típico de las regiones centro-europeas como Alemania. Su sabor es ácido e intenso y tiene una textura muy crunchy. Es importante que no haya sido pasteurizado.
Kéfir
Es un producto lácteo fermentado por una combinación de bacterias y levaduras. Tiene origen en Rusia y Turquía. El más extendido es el kéfir de leche. Se elabora con el hongo de kéfir y contiene ácido carbónico. Es muy similar al yogurt pero con una elaboración más sencilla y una mayor variedad de microorganismos.
Kimchi
Al igual que el chucrut, se elabora a través de la fermentación de vegetales, principalmente la fermentación de col. De origen coreano, su sabor picante, debido al ajo y el pimiento que le se añade, es lo que le diferencia del chucrut. Ambos pueden incluirse en sopas y son perfectos como acompañamiento de carnes y pescados.
Miso
Pasta de soja fermentada, de ella se hace la sopa de miso típico de Japón. Tiene una textura densa y cremosa, con un sabor a carne (debido a la cantidad de proteínas que tiene) y un olor parecido al café.
Microalgas
Son una fuente de nutrientes y probióticos. Algunos ejemplos de estas algas son la espirulina, chorella o el alga kombu, muy típica en la dieta japonesa. La chlorella especialmente fomenta el crecimiento de los lactobacillus ‘buenos’. Se puede encontrar en polvo o deshidratada para reconstruir con agua. Se pueden añadir en sopas, caldos o ensaladas.
Chocolate negro
A partir de 80% de contenido de cacao sin azúcar añadido. Es curioso pero cuenta con hasta 4 veces más probióticos que los lácteos.
Berenjenas encurtida
Producto típico de la ciudad de Almagro.
Pan de masa madre
La masa madre es harina y agua que fermenta de forma natural.
Para aquellos casos en que sea necesario, existen suplementos probióticos complementarios a la alimentación. En Atenea contamos con una amplia gama de probióticos naturales para diferentes necesidades, tanto para adultos como para niños. Puedes verla aquí.
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